ORDENAR NUESTRA ESFERA JURÍDICA: FUENTE DE ALEGRÍA. (I)
Me pongo a escribir estas líneas, porque el orden de nuestros derechos y obligaciones me parece un asunto importante para la “salud” jurídica. Expondré pocas ideas originales; pues hay mucho escrito sobre el tema.
En lo que a mí respecta, la lucha contra el orden sigue sin vencedores ni vencidos. Mi punto débil es que me cuesta bastante tener preparado un lugar para cada cosa nueva que llega; y eso vuelve a generar un nuevo desorden.
LO INMATERIAL DEL DERECHO: UN PROBLEMA PARA LAS ESTANTERÍAS.
A la hora de poner orden en nuestra esfera jurídica, nos encontramos con que el derecho es más bien inmaterial: una relación entre personas, entre personas y cosas, algo de lo que nos reviste nuestra naturaleza o un mandato… nada que podamos coger y poner en nuestra estantería o armario del orden, colocándolo y quitándole el polvo cada cierto tiempo…
Por eso, más bien nuestros derechos, (salvo quizá alguna excepción, como los llamados títulos-valores al portador o el dinero de curso legal), han de ser acreditados por un medio, generalmente escrito, aunque muchas veces lo verbal o lo audiovisual tienen también su espacio.
Lo que es más, muchas veces, nos daremos cuenta de que ese modo de acreditarlo es por cosas que no existen en nuestra esfera: nuevos contratos que hay que firmar, comportamientos que hay que realizar…
Por eso, cuando hablamos de ordenar nuestro ámbito jurídico, se entremezclará la idea de tener en orden los derechos y obligaciones en sí mismos, con la de tener ordenados los documentos que los respaldan o acreditan.
¿Podremos ordenar nuestra esfera jurídica como los condimentos?
LA TRANQUILIDAD JURÍDICA DEL ORDEN
Para un Abogado, es mucho mejor que ni siquiera llegue a acontecer el problema o conflicto jurídico, por tener nuestro cliente una posición tan sólida, que nada ni nadie puedan incomodarlo.
Parece oportuno hablar un poco del orden; aunque para ser ordenado no es necesario saber el concepto de orden; igual que los niños franceses desde pequeñitos, sin estudiar, saben hablar francés, como diría Fernández de Moratín.
Séneca nos dice que no hay buen rumbo para quien no sabe a qué puerto dirigirse; Santo Tomás consideraba el fin de cada cosa, como uno de sus tipos de causa; San Agustín nos enseñaba que la paz es la tranquilidad del orden y Dante no deja de tratar del orden cuando nos cuenta del Amor que mueve el sol y las demás estrellas, siendo, a la vez, fin y origen del todo.
En Oriente, igualmente, se han preguntado por el sentido de la vida y de las cosas. Y sentido alude también a dirección. Me atrae la cultura japonesa; pero no soy ningún experto en osoji, katazuke, chōwa, kurashi… Parece que, para ellos igual que aquí, la belleza y el orden verdaderos comienzan por lo interior y traslucen a lo exterior. Es mucho mejor purificar y amueblar nuestro corazón y nuestra mente, y luego ya esa belleza y ese orden asomarán como la punta de un iceberg, como el alma por la mirada.
KURASHI : EL ORDEN COMO ALGO ÚNICO DE CADA PERSONA
Desde hace algunos años Kondō Marie, una especialista en ordenar y gran empresaria, goza de predicamento en todo el mundo en esa materia, habiendo vendido más de doce millones de ejemplares de su libro La magia del orden. Después, ha publicado otras obras sobre el mismo asunto.
He de aclarar que lo que sigue no es obra suya ni está certificado por ella como algo dicho arreglo a su método. Si me inspiro en algunas de sus ideas, es como quien ha leído sus libros. Si hay algún acierto, atribúyanselo; si hay algún fallo, será mío.
Su pensamiento, que ha ido evolucionando, parte del concepto japonés de kurashi: estilo o modo de vida ideal que consideramos que es nuestra felicidad en cada etapa de la vida. Ese kurashi determinará el orden de nuestras cosas. El orden está subordinado a nuestra felicidad concreta: el mejor orden para nuestras cosas es algo personal, algo que tiene que adaptarse a cada uno.
Si el orden sólo es aparente, es decir, no está fundamentado sobre lo que una persona es y aspira a ser, será meramente aparente y, probablemente, temporal e insatisfactorio.
Valentía, lucha y purificación, para estar en forma (jurídica).
Ordenar exige valentía, tanto para enfrentarnos a nuestro pasado (todo ordenar es sobre algo preexistente), como para imaginar nuestro futuro, qué creemos que nos hará felices; también, para vencer la inercia, la resistencia, los “por si acaso”. Pero, eso mismo, nos dará sabiduría. Es decir, el resultado de esa lucha o práctica del orden, nos lleva a saber organizar nuestras cosas de manera que contribuyan a nuestra felicidad. Y, una vez aprendido eso, veremos que nos ayuda tanto y nos causa tanto bien, que nunca más nos costará ordenar.
Podríamos decir que este orden de las cosas sería algo así como la ascesis respecto de la virtud o la adquisición de buenos hábitos de alimentación, de uso de las pantallas, etc.: a la vista de lo que queremos, de lo que consideramos nuestra alegría o felicidad, ordenamos nuestras cosas, para que nos transmitan esa alegría o nos ayuden a alcanzarla. Pero, a diferencia de ese entrenamiento, Kondō Marie propone realizarlo en un corto periodo de tiempo, como un “festival”, por cuanto no ponerse una fecha tope y de comienzo llevan a no hacerlo eficazmente.
- Amplía la visión: lo que quieres en tu vida a largo plazo es lo que determina cómo comenzar a ordenar nuestra esfera jurídica. ¿Con qué fin guardamos los papeles o los archivos digitales que respaldan derechos u obligaciones jurídicos?
Una vez pensado lo que es nuestro estilo de vida ideal, que nos dará alegría o felicidad. Tenemos que ver qué nos puede acompañar o ayudar en ese camino.
En general, conservar esas cosas nos da o dará alegría por medio de la utilidad y tranquilidad que nos producen. Así, conservamos, por ejemplo:
1.- Para acreditar nuestra titularidad sobre un derecho. A veces también sobre deudas o garantías.
2.- Para probar cosas o hechos pasados que a lo mejor interesa probar en el futuro
3.- Para preparar un juicio posible.
4.- Para mantener nuestra fama: que no nos digan que mentimos. (Ej.: cartas, correos electrónicos).
5.- Para que nuestros herederos no tengan problemas y entiendan bien las características de lo que se les deja en herencia.
6.- Como resguardo o copia de seguridad de otros documentos principales.
7.- Para preservar nuestra identidad: Algunos derechos tienen un carácter identificativo de la persona, como carnés, pasaportes, claves y nombres de usuario.
8.- Para justificar el origen de nuestros bienes.
9.- Etc.
Es interesante matizar, que muchos de estos motivos pueden aconsejar también, a veces, lo contrario, destruir los papeles o documentos: porque podrían ser utilizados contra nosotros, porque crearían una confusión estéril entre nuestros herederos, porque no queremos que se sepa que hicimos, dijimos, etc., porque pueden servir para suplantarnos, etc.
La principal característica de este criterio es que es bastante personal, exige mucho de nuestra capacidad de imaginar o proyectar.
No será lo mismo, si estoy en plena actividad, que si me he jubilado hace dos meses; si voy a permanecer viviendo en mi ciudad o me voy a vivir a un apartamento que he comprado en la costa; si tengo hijos o herederos a los que amo, que si no los tengo, etc.
- Eliminar los límites de tu mente y atrévete a proyectar el estilo de vida de tus sueños.
Dicen que salir de la zona de confort y eliminar los límites de la mente son, hasta cierto punto, objetivos inútiles, pues la estructura de la mente está bastante hecha desde los tres o cuatro años y no es factible salir de la misma simplemente porque digamos que lo vamos a hacer. Pero es cierto, también que existe la llamada profecía de autocumplimiento (o efecto Pigmalión), por lo cual, nuestra mentalización de que vamos a conseguir algo, es casi estructuralmente parte primordial de poder conseguirlo.
En la esfera jurídica, ¿qué es lo deseable? Me parece que, entre otras cosas:
- Tener todos nuestros derechos correctamente definidos, con su título acreditativo (escritura, certificado, etc.) que permita probarlos ante nuestra contraparte en un contrato, ante terceros, ante la Administración o ante la Justicia.
- Tener su copia de seguridad en lugar distinto y protegido.
- No tener obligaciones grandes ni haber prestado garantías que no nos dejen dormir.
- Que nuestros derechos, tal como están configurados, tengan poca posibilidad de ser el germen de pleitos o gastos futuros para nosotros o para nuestros herederos.
- Tener el número menor de enemigos posible. Para ello, puede ser interesante anticiparse y, leer en las señales o fricciones que hoy tenemos, las semillas de futuros juicios y tratar de limarlas cuando son pequeñas, como los baobabs del Principito.
- No pasar nunca necesidad o no quebrar: se trataría de limitar los riesgos de las operaciones. A veces es mejor vender o cerrar un negocio, que seguir incurriendo en pérdidas que nos situarán en un punto de desesperación.
- Que nuestros derechos no caduquen o se extingan por no ejercerlos o por no renovarlos.
- Dos obstáculos: la impaciencia y los por si acaso.
El orden de nuestra esfera jurídica debe ser conseguido con paciencia, con tesón. No tenemos que conseguir todos los contratos, documentos, copias de seguridad, acuerdos con arrendadores, arrendatarios, etc., en un momento. Debemos establecer unas prioridades y seguirlas con método y tranquilidad. Y revisar periódicamente nuestra situación.
No es el mejor momento para organizar las cosas, ni tampoco para ordenar nuestra esfera jurídica cuando nos mudamos de vivienda o de local de empresa, cuando alguien ha fallecido, o cuando la familia se separa por cualquier motivo: pues esas circunstancias pueden hacer que nos impongamos plazos muy cortos para ordenar y nuestras emociones pueden estar alteradas. Si no queda más remedio, es mejor contrastar lo que queremos hacer con la opinión de un Abogado.
En el ejercicio de discernimiento, uno puede quedarse con muchas cosas inútiles por los por si acaso puedes necesitarlo mañana. Opina Kondō Marie que la estrategia mejor es situarse dentro de diez años y pensar lo que va a ser imprescindible entonces.
- Dejar espacio para lo que de verdad importa.
Sólo podemos acoger si tenemos desprendimiento.
La parte negativa: “tirar” por sí sola no vale sino para poder llevar a cabo el aspecto positivo: “con qué quieres ocupar tu espacio y en qué o quién quieres invertir tu tiempo”. Según Kondō Marie, no es solo una cuestión de comodidad y armonía, también es clave para el cuidado del bienestar, pues de esta forma te aseguras que todo lo que hay en tu vida te hace verdaderamente feliz.
¿Y cómo aplicamos esto al derecho? ¿qué cosas son las que de verdad importan? Quizá hablando de nuestra situación con nuestro Abogado, podamos saberlo mejor.
Tratándose de una empresa, quizá se trate, por ejemplo, de mejorar las cláusulas de confidencialidad en los contratos de la empresa, de mejorar la protección del know-how, la protección de datos personales, las cláusulas antiblanqueo, la adopción de un protocolo familiar, etc., etc. Seguramente haya tantos casos como empresas.,
Tratándose de una persona física, lo que importa, tal vez, será realizar una donación a un familiar, establecer el sistema mejor de los disponibles para proteger a un familiar que necesite apoyos, ejercitar el derecho al olvido en internet, poner por escrito ese contrato de arrendamiento que tenemos con una amiga de la infancia, por si ella falta algún día y nos tenemos que ver son sus herederos, , o esa fianza que sería útil añadir al contrato de esa vivienda en que hemos invertido los ahorros y que vamos a alquilar a alguien, suscribir esa póliza que no hemos suscrito, etc. También hay tantos casos como personas.
¿Y usted? ¿cómo se ve? ¿a qué aspira dentro de diez, veinte años? ¿qué nuevos derechos y obligaciones querría tener? ¿cómo querría que estuvieran registrados o documentados? ¿qué le daría más felicidad? ¿qué pasaría si algún familiar, usted o alguna contraparte en algún contrato fallecieran o estuvieran enfermos? ¿qué podría hacer para que esa situación fuera menos grave?